domingo, 8 de febrero de 2015

La estrella perdida

Había una vez una estrella. Era muy brillante, la más brillante entre todas las estrellas que han existido alguna vez en el firmamento. Se llamaba Lucero.

Aunque era una estrella blanca, tenía largas trenzas amarillas que ondeaban cerca de ella cuando iba de un lado a otro, cruzando el cielo. Porque Lucero era una viajera, una estrella fugaz. Andaba de aquí para allá buscando un sitio donde poder quedarse, pero en todos lados le decían lo mismo: "Lo siento, eres muy bonita, muy brillante, la más brillante de todas, pero estamos completos", ¡zas!, y le cerraban la puerta en sus narices.

Fue a la constelación de la Osa Menor, pero claro, allí estaba la Estrella Polar que es muy brillante y preciosa también. Polar vio llegar a Lucero y en cuanto la tuvo delante, comprendió que si la dejaba quedarse podría quitarle su puesto como estrella más bonita de la constelación, así qué, presumida como era, le dijo con voz chillona y desagradable: "Aquí no puedes quedarte, apagarías mi brillo. Mejor búscate otro lugar donde vivir".

Lucero se entristecía cada vez que le decían que no la querían en algún sitio, ¡qué culpa tenía ella de ser mas guapa, más brillante, o más lista que las otras! No entendía por qué tenían que rechazarla por eso.

Probó suerte en la vecina Osa Mayor, dónde había oído que estaba la Nebulosa del Búho, y ese nombre le llamó muchísimo la atención. Lucero no sabía muy bien que era una nebulosa, le habían dicho que eran como nubes de gas y polvo, y ella se las imaginaba como algodones de azúcar esponjosos y dulces, riquísimos. Quería ver la Nebulosa del Búho por encima de todas las cosas, pero en la Osa Mayor tampoco la dejaron quedarse: "Ya somos muchas aquí, y con tantas nebulosas hay poco sitio. No necesitamos a nadie más, gracias" - le dijo una de las estrellas más ancianas.

Lucero lloraba y lloraba, triste.

Un buen día le contaron que había Siete Hermanas, jóvenes estrellas, que formaban la cara de un toro en la constelación de Tauro. Las llamaban "Las Pléyades", y eran conocidas por todo el universo. Lucero pensó en como sería tener tantas hermanas. Se imaginó brillando juntas y jugando a dar formas graciosas a la cara del toro. Decidió que quería tener hermanas y se acercó a conocerlas. Pero, pobre Lucero, lo que se encontró fue un grupo de siete estrellitas respondonas, maleducadas y groseras. No solo no la dejaron quedarse sino que se rieron de ella porque estaba sola y no tenía a nadie con quien jugar: "Pues aquí no te queremos, estrella tonta, nosotras somos bastantes para todos los juegos que conocemos y no vamos a tener ninguna hermanita más. Vete", le dijeron casi a la vez las siete hermanas.

De una en una fue Lucero pasando por todas las constelaciones, no dejo sin visitar ninguna de ellas, y en todas las respuestas eran muy parecidas. Cansada y desanimada decidió buscar su propio trozo de cielo para ella, desde el que poder brillar a gusto y dar todo lo que llevaba dentro. Pensó que iría a donde no pudieran echarla.

Y así Lucero comenzó un baile que consistía en no coincidir con las demás. Pero resulta que las estrellas no están realmente quietas, sino que se mueven, a cada rato, todo el tiempo, por eso las vemos pasar por encima de nuestras cabezas si nos quedamos mirándolas muy quietos en las limpias noches de verano. Por eso también Lucero tiene que estar moviéndose, y no aparece en el mismo sitio siempre ni a la misma hora.

Hay veces en las que Lucero llega antes que el resto de estrellas, y entonces brilla en las primeras horas del atardecer, radiante y esbelta, hasta que las demás empiezan a alcanzarla. En ese momento le gusta que la llamen Lucero de la tarde. Otras veces Lucero se despista, se entretiene sumida en juegos y pensamientos y tiene que esperar a que las estrellas se empiecen a ir para poder lucir ella, tímida y temerosa. Entonces la vemos en las últimas horas antes del amanecer, y todos en ese momento la llaman Lucero del alba.

Lucero es el punto que más brilla en el cielo, si alguna vez la ves, ya sea al alba o en un atardecer, salúdala y grita su nombre, porque a ella le gusta saber que después de todo hay un lugar donde siempre la quieren y la buscan.

1 comentario:

  1. Cual Lucero todos quisiéramos brillar, que nos busquen y nos quieran...
    Precioso cuento Sr Búho.

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